HACÉ TU PEDIDO
Pedílos en: ventadelibroselectronicos@gmail.com
1 E-Books: 1 U$S
10 E-Books: 2 U$S
100 E-Books: 5 U$S
200 E-Books: 8 U$S
CD con 500 E-Books 10 U$S
El país de los Gramajo
DE COMO SE ARMA UN EJERCITO DE MONTONEROS CON HIJOS DE LA MISMA MADRE Y, CIELO ARRIBA ARENAL ABAJO, SE DEFIENDE EL PAÍS
–¡Vienen los montoneros!
Es polvo bajo el cielo y hasta cubriéndolo, lo que se ve. Arena también porque el país está reseco y ahí, tan cerca de la cordillera, tierra y arena son una misma cosa para gritar la inutilidad de la semilla y la soledad de los llanos, tusca y cactos, extendiéndose como un castigo para los ojos. Y en medio, o en nada, Tama, seis ranchos locos, una capilla y un poquito más al reparo de la loma rojiza, la casa de piedra de la vieja fecundadora. Los ve cinos salen de las cuevas techadas y el caserío ahora tie ne vida y es que ya no importa tanto la arremetida del sol porque levantando polvo y esperanzas se acerca el Rogelio, gesto, cuerpo y silencio riojano.
–¡Se viene el capitán!
Ahí viene, entre gritos y alaridos, del lado de Patquía. El país está en guerra, como lo estuvo antes y co mo lo estará por muchos años, casi pasando los siglos en ese afán de no aceptar conquistadores. "¡Ni de afuera ni de adentro!", se entusiasma el Gramajo en la siestas ca lurosas cuando se prueba el vino que uva tan gorda cosechan en los parrales. Y es que ya no pueden dejar de guerrear porque los generales andan buscando destripar el país para adueñarse de personas, animales y distan cias, ahora que han sido ahuyentados los extranjeros, monte abajo y cerro arriba, sin poder resistir tanta em bestida de lanza, piedra y cuchillo. Y el pueblo de Tama, no más de trescientos humanos con algunas ovejas y ca bras pues de vacas ni qué hablar, asoma su alegría por que si regresa el Gramajo la soledad es menos dura. La caballada, flaca de tanto andar y brillosa por el sudor, bufa oliendo el descanso. El polvo se levanta desganado y es época sin vientos, tanto que la arenisca se prende del aire y tarda en caer del cielo. Todavía sin llegar del todo, los más cercanos se apean para largarse al ofrecimiento de agua y ya van para tres días que galope y trote, los llanos nunca terminan. Poco ha conseguido el capitán, se ve. Ya se temía que tanta guerra y tantos padecimien tos fuera dejando al país sin hombres ni muchachos. El Gramajo regresa de una recorrida de muchos días para traer paisanos dispuestos a pelear sin miedo y sin gloria y así arma, de a pedazos, un ejército de hombres tristes sobre caballos hambrientos y asoleados.
–¡Viva el Rogelio!
Viva, tan entusiasmados lo repiten los vecinos. Bro ta otro grito y es un eco que no encuentra resistencia alguna para alejarse por el espacio azul, encima de baña dos y esteros, tan vacío y reseco resulta el horizonte que desampara a Tama, nombre indio que era pueblo cose chando maíz, recogiendo vainas de algarrobo y sabo reando miel de abejas, mucho antes que los soldados trajeran la civilización en el filo de las espadas. Desde le jos, ojos largos hechos para la amistad pero fogueados en las acechanzas de la guerra, Rogelio Gramajo descu bre la algarabía de su gente y se nota que lo esperan con ansiedad, tantos días sin noticias. Es que por algún lado se acerca el coronel Ordóñez empecinado en sacarlos del medio para extender un país a su manera y donde los del llano tengan que ser ajenos. De ahí la recorrida porque un paisano aquí, un muchacho casi indio por el lado de Chepes y un arriero solitario en los montes de Chamical o en los recovecos del Velazco, va formando una partida guerrera que no será muy disciplinada pero que lo respe ta y lo sigue, así los lleve a la muerte.
–Pocos son...
–Pocos. No más de treinta.
Ya están en medio de la calle principal, la única ya que las otras no han dejado de ser pasos y senderos de cabras. Varias casas casi cuadradas de un lado, ninguna con escudo o bandera, algunas de cal y piedras, otras de paredes con adobes y techadas con paja, con el campa nario de la capilla, todo el pueblo es eso. Y sosteniendo la vida para hacerla eterna, por ahí anda la vieja que no es de La Rioja aunque van para doscientos años que acomoda ramas en el horno, amasa pan con harina de algarrobo y junta miel salvaje en los matorrales y es que llegada fue huyendo de una matanza por el valle de Tafí con mucho miedo a los hombres que gritando oro y pla ta enloquecieron por las riquezas del inca. Ahora es par te del paisaje en las llanuras resecas. Sale también a mi rar.
–¡Salud a todos!
Recibe el Gramajo una vasija con agua y bebe tanta sed que tiene con muchos días trotando arenales y cruzando cerros para buscar campesinos que defiendan los llanos. Y eso le viene preocupando porque si por desgra cia no ha ido a la escuela ya que en Tama no la hay, no puede dejar de lado tanta confusión que lo atonta y es que, ¿por qué pelean unos contra otros, todos del mismo país? Los extranjeros, hace años, han sido corridos para la cordillera y también echados al mar, que se vayan con sus barcos que ya han llevado bastante. Y la guerra si gue y no entiende mucho por qué tanto humano despan zurrado, tanto grito de dolor, tantos días de vagar ham brientos, sin aquietar el cansancio. Los ojos abiertos al dormir, la mano pronta al cuchillo y el recelo sospe chando de todos los ruidos, vida tan sufrida que llevan.
–¿Alguna novedad? –pregunta.
–Gente de Ordóñez viene de San Juan...
La vieja lo ve pensar. "Habrá que pararlos en los montes, pero, ¿con qué? Ochenta somos y con mucha suerte. Ellos quinientos o mil. Y seguro traen fusiles y algún cañón..." Mira a sus hombres tan ocupados en masticar y le es fácil saber que tienen más ganas de fiestas que de salir a guerrear, meta solazos y miedo, con el cariño alejado, casi desnudos los pobres, tan harapien tos que apenan. Y si repasa, las armas son cañas que tie nen cuchillos con ataduras en las puntas, varias vueltas de tiento. Y algún sable ganado en el entrevero, y lo me jor son dos fusiles con balas que no alcanzan ni para asustar al enemigo. Deja de pensar porque la vieja le ofrece tortas y tan guapa que se aparece con las rodillas redondas, la cara bañada de arrugas y eso sí buenos dientes para masticar que con los años le ha crecido el hambre. El capitán recibe y agradece pero ¿no son hom bres de paz estos que lleva a la guerra?, los ve ansiosos de mujeres, comida y vino. Y en la confusión de las ideas vuelve a sentirse flojo siempre pensando en la tranquili dad cuando no hay otra forma de vivir que atacar para defenderse. Dos días en Tama, diez en Tuizón, en Malanzán o Mollaco, andando y andando, recorriendo el llano sin quedarse quieto, gritando a los campesinos, y hay que dejar de sembrar y estos son tiempos de guerra, es una vida penosa. Y claro que si le dan a elegir ya mis mo la busca como mujer a la Juana Peñalba tanto que lo mira la picara y en las noches tibias de todo el año le ha ce cuatro, ocho y quince hijos y después a vivir como se pueda.
La algarabía es grande y el vino nutre el coraje, tan sedientos que han llegado. No descansa la vieja y los mi ra dudando porque entre memorias y paisajes también ve a los suyos degollados por una civilización que traía virreyes, ropas bordadas y crucifijos pintados con lágri mas de yeso. Así que pasen los años no puede quedar va cía de recuerdos y con tantos vientos que la han castiga do todavía vuelven llantos de criaturas destripadas, gri tos desgarrados de mujeres colgando los pedazos y fue go y odio quemando tanta inocencia. De ahí que paso a paso se venga por el sendero y en medio de todos ponga su presencia reclamando respeto.
–¿Para qué pelear sin remedio?
Tan ronca que habla. Y hacen silencio porque no es fácil que salga de su hosquedad, siempre huraña y metida para adentro, pasen los días y los meses, sentada jun to a la casa de piedra. Nadie contesta y ella tiene sus du das.
–Por el país, dice el Gramajo... ¿Y para qué tanto país si sobra para muchos más? Años y años peleando, treinta y dos hijos me viven, ¿también para el país como los otros, muertos por las pestes, perdidos en las monta ñas, enterrados quién sabe dónde, boqueando sin una mano que los ayude a cerrar los ojos? Para eso no vale la pena nacer...
Compromiso serio para el Gramajo contestar seme jante pregunta. La vieja no es momia y todos saben que gordota y baja, de muchacha supo ser codiciada tan buena moza que era. Y aunque se ha puesto deformada y glotona, sigue siendo hermosa con tanta historia de sus valles calchaquíes y dicen que hubo un tiempo de es plendores y riquezas, de surcos que brotaban la semilla y de hermanos que eran alegres, reían y cantaban. Se acer ca el capitán. –De grande, demasiado país tenemos, cierto –ha bla y lo escuchan–. Si para encontrar a otra persona o animal, diez y quince leguas se anda. Y pelear no gusta a la gente buena, claro... Lindo es vivir tranquilos, tirar se a la sombra de un algarrobo, dejar que el tiempo pase, trabajar y tener familia, darle al vino y a las hembras y esperar, poco a poco, que llegue la hora de hacernos tie rra. Pero esos que vienen y no hemos llamado, son duros y achuran sin asco. No son extranjeros y eso es lo que duele y no es fácil de entender. No tienen lástima y, ¿por qué?, ¡ni Dios lo sabe!, vienen a echarnos, a quitarnos lo poco que tenemos porque quieren al país sin nosotros. O si nos quedamos mansos, con nosotros para ellos... Y entonces yo le pregunto vieja qué es mejor, ¿esperar que nos degüellen porque sí porque se les antoja o jugarnos enteros para no morir tan fácil?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario