ADVERTENCIA
Como nadie tiene conciencia del "control" de los manuscritos, y aun de existir dicha conciencia, ésta no intervendria en mi obra, sino como referencia simbólica a la licitud de la temática, propongo que se olvide cada palabra a medida que ella se lea.
L.A.S.
Parte Primera
I
Yo nacía como un pato salvaje
pero era sólo consumación de brotes.
Era eterno mi corazón
eterna mi dicha
postrero el cuerpo para criaturarme.
Yo bebía de mi propia carne
como un secuestro de las razones no dadas.
Luego bebía de las viejas comarcas
ansiando que un suelo me proyectase desde la luz
como a un molino sensible
y el cielo me iluminaba
y yo ignoraba a los profetas.
Después me acomodaba en los látigos de la arena
detestando la sed infinita
obligándome dulcemente a echar del olvido al desierto
haciéndome fotos como ángel
como trueno
como especie inaudible de ritual corpóreo.
Y el silbido de mi viento interno,
eterno viento dentro de las uvas de las almas,
se consagró en los subsuelos del templo pagano
para perdurar en el antagonismo.
Ya que mis ramas carecen de rezos
con los que al flotar se lea el horizonte.
II
Estoy en una playa
en la que los vientos hablan a mis oídos
en la que la arena se humedece como una mejilla
y las botellas le han sido incrustadas.
Estoy tan amigablemente solo
mirando la orilla que va cambiando,
que escucho varias voces internas
y no sé cuál es la que me habla.
Es un momento para pensar en Dios
(comprender que somos parte de una
totalidad que nos contiene).
Es la hora en la que toda luz se desespera por brillar
y toda mi sombra se estremece al sentirse sabida,
VOZ DE DIOS
Oigo su gemido de papiro
de suceso que dice
de inabarcable reposo,
de pensamiento.
Y le oigo desde aquí,
desde donde sólo soy su desierto.
Oigole desde el desierto de su alma,
desde la soledad del silencio
y desde las voces de la mía.
Es una flor transparente
murmurada por sus pétalos
y vociferada por su tallo.
Sencilla es su mirada que retorna.
Todos sus colores son la luz que se ahuyenta
y su forma que se corroe.
Mas óigole decir innumerables veces:
"Yo soy de otro reino
venid a mí
venid a mí".
III
La orquídea ha muerto
con su mano desierta e inquieta
que la ha estrangulado.
Un músico dormido
inclina su fatigada cabeza
pereciendo entre la neblina del teatro.
¡Este cuadro me asombra más que mi espejo
cuando oigo el roer de los monstruos que viran a mi cráneo!
I
Yo nacía como un pato salvaje
pero era sólo consumación de brotes.
Era eterno mi corazón
eterna mi dicha
postrero el cuerpo para criaturarme.
Yo bebía de mi propia carne
como un secuestro de las razones no dadas.
Luego bebía de las viejas comarcas
ansiando que un suelo me proyectase desde la luz
como a un molino sensible
y el cielo me iluminaba
y yo ignoraba a los profetas.
Después me acomodaba en los látigos de la arena
detestando la sed infinita
obligándome dulcemente a echar del olvido al desierto
haciéndome fotos como ángel
como trueno
como especie inaudible de ritual corpóreo.
Y el silbido de mi viento interno,
eterno viento dentro de las uvas de las almas,
se consagró en los subsuelos del templo pagano
para perdurar en el antagonismo.
Ya que mis ramas carecen de rezos
con los que al flotar se lea el horizonte.
II
Estoy en una playa
en la que los vientos hablan a mis oídos
en la que la arena se humedece como una mejilla
y las botellas le han sido incrustadas.
Estoy tan amigablemente solo
mirando la orilla que va cambiando,
que escucho varias voces internas
y no sé cuál es la que me habla.
Es un momento para pensar en Dios
(comprender que somos parte de una
totalidad que nos contiene).
Es la hora en la que toda luz se desespera por brillar
y toda mi sombra se estremece al sentirse sabida,
VOZ DE DIOS
Oigo su gemido de papiro
de suceso que dice
de inabarcable reposo,
de pensamiento.
Y le oigo desde aquí,
desde donde sólo soy su desierto.
Oigole desde el desierto de su alma,
desde la soledad del silencio
y desde las voces de la mía.
Es una flor transparente
murmurada por sus pétalos
y vociferada por su tallo.
Sencilla es su mirada que retorna.
Todos sus colores son la luz que se ahuyenta
y su forma que se corroe.
Mas óigole decir innumerables veces:
"Yo soy de otro reino
venid a mí
venid a mí".
III
La orquídea ha muerto
con su mano desierta e inquieta
que la ha estrangulado.
Un músico dormido
inclina su fatigada cabeza
pereciendo entre la neblina del teatro.
¡Este cuadro me asombra más que mi espejo
cuando oigo el roer de los monstruos que viran a mi cráneo!
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