Prólogo
Desde que el hombre está en este mundo, desde que tiene memoria y es Historia, desde que alguien se alzó con la pluma a esculpir sus sentimientos y compartirlos con el resto de los mortales, existe la poesía. Es lo mismo, pues, decir: siempre existió la poesía.
Ella ha sido nuestra fiel compañera en momen tos de desengaño, de tormento y, por qué no, de satisfacciones. Estuvo desde un principio, cuando el canto aún era la única forma del arte literario. Siguió mucho tiempo evolucionando con las de más expresiones de la civilización. Los hombres y mujeres de todas las épocas escribieron y leyeron poesía para calmar y hasta curar mal de amores. Hoy, fin del siglo XX, necesitamos como nunca de esa ancestral expresión tan parecida a la plega ria para descubrir que el Amor aún permanece in tacto. El dios Amor. Esa variante tan apasionada del sentir humano.
Apartémonos un momento de nuestro andar cotidiano alienante y regresemos a los antiguos palacios de amantes legendarios, a alcobas plagadas de suspiros, a balcones y serenatas interminables iluminadas por la solitaria luz blanca de la luna. Recordemos antiguas fantasías o antiguas realidades. Vivamos, en definitiva, como se de be disfrutando del romanticismo eterno
Se dice habitualmente que el lector de poesía es un poco poeta, porque debe participar del misterio creado en cada verso. Este libro propone continuar ese juego hasta las últimas consecuen cias hasta compenetrarnos tanto que no sepa mos diferenciar entre nosotros, el poema, el amante, el amado, el Amor...
J.B.
0 comentarios:
Publicar un comentario